lunes, 13 de mayo de 2019

Diario de Ana Frank




El verano pasado, tras mi viaje a Berlín, descubrí un viejo libro de cuando mi madre era niña, el título era un tanto familiar, empecé a pensar y decidí buscar en internet, en ese momento descubrí que “El Diario de Ana Frank” contaba la historia una niña judía en la época nazi y por eso, sólo por eso, fue por lo que comencé la lectura de este libro.
Comencé a leerlo, y era algo insólito, no entendía cómo unas simples páginas de un viejo libro amarillento podían causar tanto en mi interior. Sus palabras eran capaces de emocionarme y eso me parecía algo realmente mágico. Cada párrafo era más emocionante que el anterior, cada palabra más que la anterior y así fue cómo este libro me cautivó. No sé a ciencia cierta lo que hizo que fuera tan apasionante, puede que porque me encante la historia nazi o simplemente porque es una niña de mi edad la que lo cuenta e imagino el infierno que sería ser ella en aquellos momentos o porque me hizo darme cuenta de que los llamados problemas que yo tenía eran una estupidez al lado de los suyos.
Por cada página leída de aquel diario, mis ganas de que la familia Frank no fuera descubierta en su escondite aumentaban más y más, realmente deseaba que no los descubrieran y que todos salieran con vida y sin tener que pasar por un campo de concentración, pero supongo que la vida no es una máquina de deseos y justo por eso esta historia acabó de la peor manera posible. Por mucho que yo lo desease, Ana no sobrevivió y no puedo mentir si digo que no derramé ninguna lágrima en todo el libro. Era un sentimiento tan sumamente fuerte que arrasaba con todo mi interior, las lágrimas caían por mis mejillas sin cesar. El sentimiento era tal que decidí dejar de leerlo, pensaba que esa sería la única manera de poder superar aquella simple lectura, esta simple lectura me cambió, algo ocurrió en mí. Me parece alucinante cómo esa niña con sólo trece años, sin saberlo, fue capaz de plasmar su arte con palabras.
Este libro es arte, cada una de esas palabras son arte. Ana era arte.
Con este libro he aprendido lo que es de verdad estar reprimido, he aprendido a ver el dolor desde otro ángulo y he aprendido a valorar la libertad con la que afortunadamente cuento. Ojalá Ana hubiese tenido tan sólo un poco de libertad y ojalá hubiese estado viva para ver cómo su libro cambiaba las mentes de miles de personas como yo. Quería y quiero lo mejor para Ana, quería que llegara a su mayoría de edad y quería más días de los que pudo obtener. Y sí, sé que no sirve de nada decirlo ahora y que estas palabras se irán con el viento como unas simples hojas en otoño, pero también sé que Ana estaría feliz de saber que sus palabras llegarían a tantas personas. Supongo que lo más parecido que pudo sentir a libertad fue su muerte, Su cuerpo nunca llegó a sentir la libertad, pero al menos dejó que su alma escapara para sentir una mínima parte de ella. Ana Frank se despidió de este mundo con su arte dentro, por eso y sólo por eso merece ser leída por todo el mundo.
Daría Pérez Perea (2º ESO C)

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